Existe la posibilidad de que surja la magia cuando se aprovecha el potencial de la creación de equipos. Su éxito como empresario puede depender de ello. Hay momentos en la historia del deporte que te dejan sin aliento, hazañas que redefinen lo que creíamos posible. En una noche de agosto de 2016, en el Estadio Olímpico de los Juegos de Río de Janeiro, se produjo uno de esos momentos cuando el sudafricano Wayde van Niekerk cruzó la línea de los 400 metros, eclipsando el récord mundial de Michael Johnson, de 17 años, y su récord olímpico, de 20 años.
El velocista sudafricano batió el 14 de agosto en Río de Janeiro el récord mundial de Michael Johnson, que tenía 17 años, dejando atrás a dos de los mejores corredores de una vuelta de esta era. Van Niekerk terminó en 43,03 segundos, 0,15 segundos más rápido que Johnson en 1999. La marca de Johnson se consideraba uno de los récords casi intocables del atletismo.
El aire estaba cargado de asombro, no sólo porque se habían batido los récords, sino porque la marca récord mundial de Johnson se consideraba casi invencible en los círculos del atletismo. Sin embargo, el excepcional tiempo de Van Niekerk rompió esa ilusión.
Como pueden ver, dejó muy atrás a todos los demás competidores.
Así, el récord mundial individual masculino de rendimiento más rápido pasó a ser de 43,03. Sin embargo, este relato no trata del extraordinario logro de un hombre, por muy impresionante que sea. Se trata de una poderosa constatación que resuena en todos los campos, disciplinas y actividades: La magia de un esfuerzo colectivo puede eclipsar incluso la más deslumbrante brillantez individual.
Considera los récords mundiales de los equipos de relevos con cuatro atletas en lugar de uno. Normalmente, el individuo más rápido corre solo y no forma parte de los relevos. El equipo masculino de relevos, una unidad cohesionada que trabaja en sincronía, terminó seis segundos más rápido que el hombre más veloz.
El equipo femenino de relevos, haciendo gala de una unidad y una finura excepcionales, se situó dos segundos por delante.
Lo más impresionante fue que el equipo de relevos paralímpicos -con menos miembros pero no menos corazón- fue un segundo más rápido... que el hombre más rápido del mundo. El mensaje era alto e inequívoco: un equipo, unido por un objetivo común, puede hacer maravillas.
Aunque las proezas individuales -ya sean de inteligencia, talento o empuje- tienen un valor incalculable, es el poder de un equipo el que magnifica ese talento y lo transforma en resultados tangibles.
Todos tenemos CERO excusas. No importa lo inteligente, talentoso, motivado o apasionado que seas, tu éxito como empresario depende de tu capacidad para construir e inspirar a un equipo. Como dijo Mitt Romney: "El liderazgo consiste en asumir responsabilidades, no en poner excusas".
La diferencia entre el éxito y el fracaso es un gran equipo. Como empresarios y líderes en ciernes, esto nos ofrece una lección crucial: puede que empieces solo, pero necesitarás un equipo para cruzar la línea de meta. El legendario velocista Usain Bolt dijo: "No pienses en el principio de la carrera. Piensa en el final".
La conclusión de tu viaje, su verdadera medida del éxito, se define por la capacidad de fomentar, liderar e inspirar a un equipo que comparta tu visión.
Que la espectacular hazaña de Wayde van Niekerk te sirva de amable recordatorio: El camino hacia la grandeza suele estar pavimentado por muchos pies, no sólo por dos. Así que aprecia a tu equipo, fomenta sus puntos fuertes y, juntos, podéis crear magia.